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Channel: Yolanda Farr
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Instantanea 84 - Un año de gloria

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Foto Jesús Alcántara
Fue un regreso triunfal. El Music-Hall Topless me abrió de nuevo sus puertas con entusiasmo. Jordi y mis compañeros celebraron mi regreso con una gran tarta, besos y hasta alguna que otra lagrimita de emoción. Los medios de comunicación publicaron la noticia afirmando “ha vuelto el alma del Music-Hall”. Los nuevos números montados hacían que mi protagonismo fuese aún mayor.

Mi fiesta de bienvenida
Ya que los franceses Jean Marie Riviere, Jean Françoise, Pascal, Ingrid y Didier, los verdaderos creadores del espectáculo, volvieron a su patria con la intención de no interrumpir por demasiado tiempo su carrera allí, a mi cargo quedó la creación y coreografía de algunos cuadros que tuvieron gran éxito de público. En uno de ellos interpretaba con tanta eficacia a un chulo parisino, Richie, que cuando me despojaba de la peluca y de buena parte del vestuario masculino, mostrando al público por un instante, y entre una protectora nube de humo,  esa inequívoca constancia de mi sexo que son los senos, el público reaccionaba  con una andanada de aplausos. “¡Pero si es la Farr!”

Hacía tiempo  que el pudor de mostrar mi cuerpo se había esfumado en aras del consabido, “por exigencias del guión” y, sobre todo, por el buen gusto con que el espectáculo estaba creado. La plástica era de tal sutileza y el público tan respetuoso que uno sentía el desnudo como algo natural. Lo curioso es que en la vida diaria la vergüenza reaparecía. Más apuro sentía ante una revisión médica, por ejemplo, que mostrándome “casi en cueros” en el escenario y frente una audiencia de doscientas  personas.

Al fin volvía a sentirme en lo mío, aprovechando al máximo y fusionando los conocimientos a cuyo proceso de estudio había sacrificado mi adolescencia allá en Cuba; el ballet, el canto y la actuación.

Casi un año duró esta segunda etapa de glorias, pero una mañana se me conminó telefónicamente para que fuese de inmediato al Music-Hall ya que algo terrible había pasado. ¡Y vaya si era terrible! Durante la noche un incendio se había cebado con el local. Al llegar al lugar los bomberos ya se habían ido pero un nauseabundo olor lo inundaba todo. El ambigú,  donde se iniciase el fuego,  estaba irreconocible. Las llamas, llegando hasta la sala, habían dejado bastantes mesas y sillas convertidas en chicharrones.


Aunque por milagro el fuego respetó el escenario y la zona de los camerinos, el humo había teñido de luto esos espacios que fuesen todo esplendor y alegría. La visión de tamaño desastre rompía el corazón. Jordi y sus socios, por supuesto, estaban allí desde la madrugada, observando el proceso de la extinción con caras contritas. Poco a poco fueron llegando los artistas, y aquella luctuosa reunión se convirtió en un funeral que duró todo el día, llenando el viciado aire de incontenibles  llantos y gemidos. Sin duda,  más que la pérdida del trabajo, lo que nos destrozaba era pensar en el tiempo, el sudor y los aplausos de los que aquellas paredes, ahora llagadas y doloridas,  habían sido testigos.

El número Vien en el Music-Hall
Foto Jesús Alcántara
Nunca se supo el origen del incendio, pero teniendo en cuenta la pertenencia, tiempo atrás,  de los socios del local al grupo terrorista OAS, la versión de un sabotaje era la más plausible. Seguramente la muerte del caudillo Franco había debilitado el apoyo y la protección gubernamental de la que disfrutaran los pied noires exiliados durante la dictadura (Ver Instantánea 79). Llegó a correrse el malévolo rumor de que aquello había sido provocado por los mismos dueños del local. Pero, siendo yo testigo privilegiado del amor y dedicación de Jordi hacia el  Music-Hall,estoy dispuesta a jurar que esa es una suposición absurda donde las haya.  Por supuesto aquello dictaminó el final de Topless. Una hermosa época de mi vida llegaba a su fin. 

(Un año más tarde, por el empecinamiento de Jordi, la sala reabrió sus puertas con otro show pero tan solo para volver a cerrarlas definitivamente a los pocos meses. Nada podía sustituir al inolvidable y grandioso El ángel azul.  Habíamos dejado el listón demasiado alto.)

Con mami y Bobby
Así que durante el  tiempo de asueto que vino después de la desgracia, dediqué todas las horas de mis días a mi casa, a mi Jesús y a mis amigos. Volvieron las visitas a boites, cines, teatros y cabarets. Volvieron las fiestas de disfraces y las amenas tertulias hasta las tantas en el café Dorín.

Me ocupé de llevar a mi madre a espectáculos y a esos paseos por el campo, acompañados por nuestro Fox Terrier Bobby,  que tanto le gustaban. A partir de la muerte de mi padre, Jesús y yo llegamos al acuerdo de que ella viniese a vivir con nosotros. Tan destrozada como quedó y no habiendo estado jamás sola, nos pareció que permanecer en una casa carente de sus dos eternos amores la aniquilaría.  Sin su hermana Jenny y sin su adorado Arsenio su existencia tenía visos de convertirse en un infierno, así que desde 1975, año de la triste defunción de mi padre, compartía con nosotros nuestro hogar.
Fue maravillosa la actitud de Jesús al respecto. A pesar de la inevitable falta de intimidad que eso significaba, llevó siempre su presencia con una resignación que llegaba a parecerse mucho a la  alegría. En cuanto a ella, como solía suceder con los que le conocían, sentía un profundo cariño por  por mi eterno compañero.   Ya llevábamos diez años juntos, diez años llenos de pequeñas aventuras y grandes experiencias, diez años que habían logrado unirnos más, si eso era posible, y que no consiguieron mermar ni en un ápice nuestra pasión.

Pero un día de aquel otoño del 78 surgió en la vida de Jesús un personaje que iba a dar un gran empujón a su trabajo como pintor al tiempo que provocaría nuestra primera larga separación.

Doménico Rainieri era todo un personaje. Italiano de pura cepa, coincidir con él en algún lugar era sumergirse en un mundo de voceríos y ampulosa gesticulación, tarantelas y pizzicatos que resultaba divertidísimo. Como además de ser  representación fidedigna de la más alegre cara del “neorrealismo” era un conocido marchante de arte, quedó prendado del estilo pictórico de Jesús y se lo llevó a Milán para participar en el Incontro con L'arte  di Oggi e di Domani en Erba.



Al observar la buena acogida de su obra,  le invitó a quedarse en Italia durante unos meses bajo su mecenazgo y trabajar en exclusiva para él, con la promesa de colocar sin problema todos los cuadros que pintara. Y así fue cómo y  por qué, por primera vez en nuestra relación, mi querido Jesús y yo hubimos de pasar cinco meses lejos el uno del otro.

Con Jesús en Venecia
Un día de noviembre, aprovechando mi lapsus laboral e invitada por Doménico, quien resultó un espléndido anfitrión,  tomé un avión hacia Milán. ¡Tan solo un mes llevábamos separados y la ausencia se nos hacía insoportable! Por desgracia menos de una semana pude permanecer allí. La presión de saber a mi madre sola y una oferta de trabajo para principios del año siguiente condicionaron el tiempo de mi estancia en ese país maravilloso y el disfrute de aquella improvisada “luna de miel”. Pero declaro con solemnidad que disfruté de cada minuto. Sexual y turísticamente. Pude visitar el Lago di Como, Florencia, con su piazza della Signora o il duomo di Santa María dil Fiore,  Portofino, tan hermoso y colorido que parecía sacado de  un cuadro de algún pintor fauvista, Génova y Venecia, la increíble y tan cinematográfica ciudad de los canales. En fin, tan solo ciudades del norte pues, como ya he dicho, Doménico, y ahora Jesús, radicaban en Milán. No hubiese sido posible sacarle más partido a tan pocos días de estancia. O sea que me quedé con la miel en una boca que regresó a Madrid sin estar ni remotamente saciada de los besos de mi amor y con los ojos hambrientos de más belleza italiana.

Aquellas navidades de 1978 fueron mucho menos solitarias de lo que me había temido, mami, Bobby y yo tomando las uvas, huérfanos y abandonados, frente al televisor. Cada día estaba invitada a  un festejo distinto, en restaurantes, con compañeros, en casa de los amigos, en teatros, en la inauguración de boites… Entre eso y los diarios ensayos de Asesinato entre amigos a los que asistía, las fechas pasaron con bastante fluidez.

Asesinato entre amigos. De izquierda a derecha Yolanda Farr, Ramiro Oliveros, Paco Marsó y Analía Gadé


La pieza escrita por Bob Barry prometía ser el éxito de la temporada. Una obra entre thriller y comedia, con un final sorprendente y sensacionalista, tenía todos los ingredientes  para serlo. Eso sin contar con el impresionante reparto; Analía Gadé, Ramiro Oliveros, Pepe Martín, Yolanda Farr,  Paco Marsó, Pepe Lara y Alberto Fernández. Los ensayos, bajo la dirección de mi admirado Víctor A. Catena,  que comenzaron en el mes de diciembre con un magnífico ambiente entre compañeros, finalizarían  en febrero de 1979, fecha fijada para el estreno.
Asesinato entre amigos. 

Es decir que, aunque  sin Jesús a mi lado pero con el paliativo para mi tristeza de saberle en buena compañía y trabajando en su futuro como pintor,  el nuevo año se presentaba ante mis ojos con  una inmejorable pinta.

Adolfo Suárez

PD. En 1976, Adolfo Suárez  había enviado a las Cortes el proyecto de ley para la Reforma Política, el cual, al ser aceptado, abrió las puertas para la creación de un sistema democrático-constitucional. La nueva Constitución Española fue aprobada por las Cortes el 31 de octubre del 78 y ratificada por referéndum el 6 de diciembre de ese mismo año. España era ahora una Monarquía Parlamentaria. Entre los avances más señalados estaba que las elecciones por sufragio universal de los representantes del pueblo en las Cortes estaban permitidas.
Y esas primeras elecciones tras la llamada Transición Española se celebraron en 1979, siendo elegido presidente Adolfo Suárez, personaje fundamental en los cambios políticos de esos momentos pero al que, para asombro de muchos, aún no se han reconocido sus justos valores. 




Próximo capítulo. Homenaje a Analía Gadé.

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