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Foto Jesús Alcántara. Año 2007 |
Un mes después de finalizar la frustrante gira con Tres sombreros de copa, Mara Recatero estaba ya en disposición de comenzar a poner en pie Un marido de ida y vuelta, la genial comedia de Enrique Jardiel Poncela. Habiendo sido un éxito desde su estreno en Madrid en octubre de 1939, la obra se fue convirtiendo en baza segura para empresarios y en el disfrute cada vez mayor de un público que, a medida que pasaban los años, se identificaba cada vez más con el especial e inteligente humor de su autor. (Tal fue la repercusión de su estreno que, en 1941, Noël Coward estrenaba en el Manchester Opera House de Inglaterra Un espíritu burlón, una obra con demasiadas similitudes en su argumento para ser admitidas como coincidencias: un trío amoroso formado por un matrimonio y el fantasma de un anterior conyugue que volvía para intentar romper la actual unión.)
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Enrique Jardiel Poncela |
Dicen de Jardiel las “lenguas de doble filo” que siendo un hombre de baja estatura pero empedernido mujeriego, en sus años de gloria tuvo a sus pies a las mujeres más bellas de Madrid. Sin duda su gran talento contribuyó a eso. No obstante, su pasión por las mujeres no se refleja en sus obras. Más bien hay en muchas de ellas una muy bien disimulada misoginia. Nacido en Madrid en 1901, al comenzar la guerra fue encarcelado bajo una falsa acusación y, afortunadamente, puesto en libertad poco después, hechos estos que le llevaron al exilio.
Pero su amor por España y sus, al parecer, endebles opiniones políticas, le impulsaron a no permanecer fuera mucho tiempo y volvió a Madrid antes de terminar la fratricida contienda, estrenando en el 39 dos de sus mejores comedias; Carlo Monte en Montecarlo, opereta con música de Jacinto Guerrero y Un marido de ida y vuelta. A pesar de su agitada vida sentimental y de sus innegables valores literarios, se comenta que a causa de sus costumbres disipadas, Jardiel murió en la miseria y en la soledad el año1952, legándonos una fecunda obra teatral y unas increíbles novelas que han formado parte, desde mi adolescencia, de mis lecturas preferidas: Espérame en Siberia, vida mía, Pero, ¿existieron alguna vez 11.000 vírgenes? Y mi favorita, La tourné de Dios. En su epitafio dejó para la posteridad constancia de su afilada ironía: “Si queréis los mayores elogios, moriros”.
Desde hacía algún tiempo, Mara Recatero me había anunciado que en su próximo montaje no había papel para mí. Los protagonistas eran gente joven y solo le faltaba por cubrir el papel de una anciana paralítica, malgeniosa y cizañera, de afilada lengua, a la que toda la familia temía; tia Etelvina. Me aseguró que no me veía en ese papel y con eso dio por terminada la cuestión. ¡Pero yo no! Infectada de nuevo por lo que he dado en llamar “el virus del teatro”, me impuse el reto de demostrarle que estaba equivocada, ideé una caracterización espectacular y Jesús, en su estudio, me hizo una foto. Os aseguro que en aquellos momentos me sentía como Marlon Brando llenándose los carrillos de algodón para convencer a Francis Ford Coppola, el director de El padrino, de que el papel de Don Vito Corleone estaba escrito para él a pesar de haber sido previamente rechazado.
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Mi caracterización |
Mi estratagema tuvo el resultado esperado; al mostrarle mi posible imagen, Mara cambió de opinión. (Nunca acaba de sorprenderme la estrechez de miras de muchos directores, esa ignorancia, o aun peor, ese desprecio por la capacidad de transformación que tenemos los verdaderos actores.) Es decir que me integré a los ensayos y en febrero del 2007 estrenábamos la función en el teatro Reina Victoria de Madrid.
El reparto, amplio como en casi todas las comedias de Jardiel, estaba compuesto por Andoni Ferreño, Juan Calot y Abigail Tomey en los protagonistas. Y en la piel de otros ingeniosos personajes estaban José Lifante, Jordi Soler, Carlos Urrutia, Antonia Paso, Esperanza Lemos, Carmen Martínez Galiana, Manuel Medina, Pepe Sanz, María Ansón, Crismar López, Victoria Alvás y una Yolanda Farr irreconocible, moviéndose por escena en una silla de ruedas ¡que solo le había sido entregada el día del ensayo general!
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Abigail Tomey y tia Etelvina, es decir, yo |
Aquello reclamaba de mí un doble esfuerzo. Además de ocuparme de la parte interpretativa debía sortear el mobiliario que constituía el decorado, confieso que sin carnet para conducir ese tipo de vehículos, y con la dificultad añadida de luchar contra ese 5 por ciento de inclinación hacia el público que tienen los escenarios. Es decir que me pasaba el tiempo alternativamente dándome impulso con una mano y usando con la otra el freno para evitar que ese desnivel me hiciera caer al patio de butacas. A consecuencia pasaron varios días antes de que lograra sentirme lo suficientemente cómoda como para disfrutar de mi divertido personaje. Pero la obra encantaba al respetable. Por lo general la gente nos esperaba a la salida del teatro para felicitarnos y pedirnos autógrafos, cosa que desde hacía años no era frecuente. Una de esas noches cierta elegante señora se acercó a mí preguntándome si la anciana de la silla de ruedas ya había salido, pues quería darle la enhorabuena por su trabajo. Como imaginaréis, aquello me produjo una gran satisfacción. Tan buena era mi caracterización que no me pudo reconocer.
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En la exposición de Jesús. De izquierda a derecha Elena Maurandi, Marisa La Hoz, Pepa Sarsa Pilita Lurueña, yo, Rosa Fontana, Ana Soriano y Eva Higueras. |
Y mientras yo me deslizaba cada vez con más soltura por el escenario del teatro Reina Victoria sobre mi “brioso corcel” de cuatro ruedas, las pinturas de Jesús eran expuestas en el gran salón que Caja Murcia tenía habilitado para esos eventos.
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Justo Alonso, productor de teatro |
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Autorretrato de Jesús Alcántara |
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Mister Terry Shwering y su perro Picaso |
Al igual que de costumbre el resultado fue espectacular y notable la afluencia de visitantes. El hecho de que hubiese incluido retratos de amigos y gente de la farándula, siempre tratados en su forma tan personal, añadió un incentivo a la exposición. Muchas personas le hicieron encargos, pero la falta de tiempo del que disponía le forzó a rechazar la mayoría de ellos. Su trabajo como fotógrafo era nuestra mayor e irrenunciable fuente de ingresos.
Así transcurrió para mí aquel año 2007 y parte del siguiente, gozando de los ingeniosos textos de Jardiel Poncela y de las risas con las que los espectadores celebraban las ocurrencias de mi algo esperpéntico personaje, sin poder ni sospechar lo que aquel otoño del 2008 me tenía deparado y la forma en que un intruso de 1.6 milímetros iba a alterar mi vida, colgando sobre mi cabeza una espada de Damocles contra la que hube de luchar durante años. (Continuará.)
Fotos de Un marido de ida y vuelta. Jesús Alcántara.
Fotos de Un marido de ida y vuelta. Jesús Alcántara.
POSTDATA.
El sábado 12 de julio, en la biblioteca pública de Coral Way y la Avenida 94, Miami, Juan Cueto-Roig presentará su nuevo libro Verycuetos II. Os incluyo un extracto del blog de Ena Columbié, El Exégeta, en el cual la blogera ofrece su visión de unos textos que yo, personalmente, recomiendo encarecidamente a todos mis seguidores. No os defraudará. Él nunca lo hace.
“El segundo tomo de Verycuetos, del escritor Juan Cueto-Roig, nos regala una vez más la posibilidad de reforzar nuestro bagaje cultural, lanzándonos estocadas referenciales que no sólo nos abren la risa, sino también las entendederas.”
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Juan Cueto-Roig |
También os adjunto un párrafo de la crítica publicada por Daniel Fernández, en el Diario El Nuevo Herald, el miércoles 9 de Julio.
“Con Verycuetos II, Juan Cueto Roig reincide en el raro placer de la brevedad. Al igual que en Verycuetos, este cultor de la viñeta, del rasgo sobrio, del trazo sutil a mano alzada, expone un variado buffet de distintos manjares culinarios….”
Enhorabuena, querido y admirado Juan. No sabes cuánto me gustaría estar allí éste sábado día 12 y así gozar con tu éxito bien merecido.
Próximo capítulo: Una torva mirada.