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Channel: Yolanda Farr
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Instantánea 88 - 1980

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Foto Jesús Alcántara

Interpretar Aspirina para dos (Play it again, Sam)fue una experiencia maravillosa. La obra de Woody Allen era una gozada. Aquellas situaciones en las que se mezclaba lo real con lo onírico eran a la vez inteligentes y divertidas. La disociación del personaje protagonista, Allan, ese individuo tierno, angustiado y débil que en sus ensoñaciones daba vida a su ídolo, Humphrey Bogart,  convirtiéndolo más que en su consejero en su “alter ego”, daba lugar para mucho juego. El resultado era que los personajes se desenvolvían en un mundo entre la realidad y la fantasía, un lugar lleno de ese ingenio mordaz del famoso autor, director y actor.



Nicolás Dueñas, Yolanda Farr, Antonio Iranzo
En el elenco estábamos Nicolás Dueñas, como Allan-Woody, yo, como Nancy- Deane Keaton y Antonio Iranzo, en una estupenda caricatura del “duro galán” Bogart.
 
África Prat, Andrés Resino, Loreta Tovar
Otros que formaban el reparto eran Andrés Resino, África Prat y Loreta Tovar. La delicada y acertada dirección estuvo a cargo de Ángel Montesinos y el estreno fue en el teatro Marquina el 9 de mayo de 1980.


 
Feliz de romper el encasillamiento en papeles de travestí o transexual que había soportado durante los últimos meses,  era enorme mi disfrute  mientras interpretaba a esa mujer tan humana que era Nancy y enorme mi goce al observar la reacción del público ante unos textos tan llenos de ingenio.

 
Una de las más conmovedoras anécdotas teatrales de mi vida tuvo como fondo esa función.

Al finalizar una complicada escena que había trabajado arduamente con el director, ya que mi personaje debía mostrar el proceso desde la sobriedad hasta la embriaguez sin caer en excesos u obviedades,  mi compañero  Dueñas y yo vimos como por el pasillo central del patio de butacas se iba acercando una figura que portaba algo en la mano. Por supuesto eso nos inquietó. Cualquier  intento de invadir el espacio actoral siempre inquieta y hay que admitir que yo era, en esos momentos, un personaje bastante controvertido, recién nombrada “Madrina de los gays” en un país que aún guardaba recelos y animadversiones contra los homosexuales. Pero nuestro temor duró poco.



Con Iranzo-Bogart en Aspirina para dos
 
Una vez llegado el hombre al pie del escenario, vimos que la mano que se alzaba hacia mí iba armada tan solo de una hermosa rosa roja en una ofrenda respetuosa y totalmente en silencio. Varias veces había sido objeto, durante mis actuaciones, de entusiastas lanzamientos de flores, pero la visión de aquel sonriente muchacho, solo y erguido en medio del patio de butacas  mientras, con gesto decidido, me ofrecía una rosa de tan intenso color que parecía relumbrar entre la penumbra, pareció detener  el tiempo. Así que, en medio de un silencio general y expectativo, hice algo totalmente prohibido por las leyes del teatro convencional: me acerqué al proscenio y, rompiendo la “cuarta pared”, recogí aquella flor. Una ovación premió mi gesto y la rosa me acompañó, amorosamente acurrucada en mi escote, el resto de la representación.
 
Con Nicolás Dueñas y Antonio Iranzo en Aspirina para dos
Siempre pensé que más tarde o más temprano aquel muchacho se identificaría, que intentaría establecer un contacto personal.  Pero me equivocaba. Jamás supe quién fue el entrañable admirador que, a partir de ese día dejaba, cada martes, una hermosa rosa roja para mí en la taquilla del teatro  El caso es que ese hecho, por su sencillez y belleza, se ha quedado grabado en mi memoria con más fuerza que muchos de los posteriores honores que se me dispensarían.

Aquel año estuvo plagado de buenos estrenos en Madrid y de grandes acontecimientos mundiales.

En marzo pudimos ver Kramer vs. Kramer, película dirigida por Robert Benton e interpretada por Dustin Hoffman, Meryl Streep y un niño que cautivó al público: Justin Henry. También en ese mes un film de ciencia ficción provocaría en sus fans una fiebre que estaba destinada a contagiar al mundo entero: Star Trek I.

En mayo, Stanley Kubrick nos conmocionó con El resplandor, (The shining). Jack Nicholson, envuelto en su imagen de enloquecido poseso, protagonizó durante tiempo las pesadillas de un público aterrado. Por fortuna, los cinéfilos teníamos la opción de gozar con la deliciosa Fama (Fame) y las vivencias de aquellos jóvenes estudiantes de la New York City High School of Performing Arts.

Un jovencito Pedro Almodóvar
En el mes de octubre se exhibía la “Opera Prima” de  un jovencísimo manchego;  Pepi, Lucy, Bom y otras chicas del montón. El director, que llegaría con los años a ser ganador de dos Oscar e infinidad de otros premios cinematográficos, era Pedro Almodóvar. Las protagonistas, tres jóvenes actrices, Carmen Maura, Olvido Gara (Alaska) y Eva Siva, lograron gran popularidad gracias esta película.

Y en el mes de noviembre se estrenaba en Madrid el controvertido e ingenioso film  La vida de Brian, (Brians life). Los protagonistas y creadores del guión eran los Monty Phyton, un grupo de comediantes ingleses. Esta parodia sobre la vida de un joven contemporáneo de Cristo, Brian, vapuleado por la intolerancia, el sectarismo y el dogmatismo del momento, llena de una obvia pero ingeniosa  semejanza con la vida del Mesías, estuvo a punto de no ser nunca filmada. La productora Emi Film, al serle presentado el guión, lo vetó calificándolo de “obsceno y sacrílego”. Fue el beattleGeorge Harrison quién hipotecó su casa y su estudio de grabación para crear su propia productora y financiar el altísimo coste de esa película inolvidable.

En los teatros madrileños, al tiempo que nosotros representábamos Aspirina para dos  en el Marquina, Paco Martínez Soria, en La Comedia, arrasaba con La tía de Carlos, de Brandon Thomas; en el Español,  Aurora Bautista, en una de sus entonces raras incursiones teatrales, hacía una impecable interpretación en La dama de Alejandría de Calderón de la Barca; en La Latina triunfaba la revista La marina tellama, con la gran Lina Morgan  y Anne Marie Rosier de supervedette; en el Cómico, para asombro general,  se seguía representando Sé infiel y no mires con quién, aquella comedia que yo estrenara en el Maravillas hacía ya una década y en el Teatro de la Zarzuela se podía disfrutar la ópera Don Giovanni, de Mozart, con un elenco de divos internacionales.


 
Pero la función más innovadora y deliciosa que había en la cartelera era una comedia musical de título El diluvio que viene. Sus autores, los italianos Garinei, Giovannini y Trovaioli lograron un espectáculo encantador basándose en la hipótesis de un nuevo diluvio universal. Su final, incluida una original aparición Divina en forma de blanca paloma, era todo un hallazgo que arrancaba ovaciones y  bravos. (Sobre esta escena y su paralelismo con el famoso aterrizaje de dos palomas sobre el hombro de Fidel Castro durante su primer discurso televisado en La Habana, aquel hecho que los espectadores tomamos entonces como una señal divina, escribo, desmitificándolo, en mi Instantánea 26. Leedla y descubriréis el truco.)

En cuanto a las efemérides mundiales de aquel 1980, una en especial me conmocionó como todo lo que tenía que ver con mi querida “expatria de adopción”, Cuba.  Aunque a retazos, la noticia del abrumador “éxodo del Mariel” logró traspasar la espesa “cortina de caña” con la que la dictadura castrista intentaba incomunicar a la isla con el resto del mundo.
 
Visión parcial de los jardines de la embajada del Perú
Todo comenzó cuando el 1 de abril seis cubanos estrellaban un autobús contra la verja de la Embajada del Perú y pedían un asilo político que les fue concedido. Como represalia por esa concesión, el gobierno retiró la custodia externa a esa delegación diplomática lo que propició que un enjambre de personas saltara las verjas y ocupara los jardines, negándose a abandonar el lugar hasta que les fuesen entregados salvoconductos para abandonar el país. 10.800 seres humanos se mantuvieron a la intemperie y en las más precarias condiciones durante días.

El gobierno del país andino estaba angustiado, pues le resultaba imposible atender a tan desorbitado número de demandas. Aquel dramático espectáculo dañaba  intensamente la imagen de Fidel y de su supuesto “paraíso socialista”. Así que, encolerizado y en uno de sus frecuentes arranques de soberbia, Castro anunció la apertura del Puerto del Mariel para los que quisieran irse, con la condición de que tendrían que ser recogidos y sacados de la isla en barcos.
 
Una de las 1600 embarcaciones que salieron del Mariel
Nunca imaginó el sátrapa que, durante los 5 meses que el puente estuvo abierto, 1600 embarcaciones trasladarían a más de 125.000 cubanos, principalmente a Miami. Un nuevo éxodo masivo que sufría mi querida isla, sólo comparable con el que, entre 1960 y 1962 protagonizaron 14.000 niños cubanos.

Marisela Verena
Pero de este hecho, esa operación Peter Pan de la que nada se comentó en Cuba ni en su momento ni después, hablaré en un próximo capítulo. Será mi pequeño homenaje a mi admirada amiga y cantante Marisela Verena, una de sus protagonistas, y a tantos otros niños que fueron enviados  por sus progenitores fuera de la isla, solos y prácticamente desamparados, ante el temor mayor de que les fuera arrebatada la patria potestad, como en esos días se murmuraba.

 Por supuesto otras cosas importantes sucedieron en el mundo en aquel 1980.

En enero el presidente norteamericano Jimmy Carter decretaba un embargo de cereales contra la URSS al tiempo que, en Moscú, era arrestado el eminente físico nuclear y activista de los derechos humanos Andrei Sajarov.

En Guatemala varios disidentes políticos españoles tomaban la embajada de España. La policía guatemalteca, en un acto de tremenda crueldad, quemaba vivos en su interior a 36 de ellos.

En junio y en EE.UU. tenía lugar el peligrosísimo incidente del “chip defectuoso”. Los centros de mando habían recibido un aviso de alerta sobre un ataque nuclear. Supuestamente 200 misiles lanzados desde la URSS se dirigían hacia ellos. Los ordenadores, enloquecidos, pasaban en instantes de unas cifras a otras, haciendo esto dudar a los técnicos. Por fortuna, tras consultar a los satélites, se pudo comprobar que aquello era un error cibernético. Un error que estuvo a punto de desatar una guerra nuclear.

En julio se celebraban en Moscú las XIX Olimpiadas de la Era Moderna. A consecuencia de la guerra fría, la gran celebración deportiva sufría el boicot de numerosas naciones, siendo tan solo 80 los países participantes.

En septiembre Saddam Hussein, presidente y dictador iraquí, ordenaba la invasión de Irán a consecuencia de las continuas disputas fronterizas.


 
Y a mediados de noviembre de ese 1980, vuestra narradora y amiga Yolanda Farr, Manolo Otero y Pastor Serrador estrenaban en Valladolid, como parte de una pequeña gira de rodaje, una obra que, por su temática, debería haber levantado ronchas en Madrid: Lady Mariposa.

Próximo capítulo. Una enrevesada historia de desafueros.

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